sábado, 16 de enero de 2010

¿Quién controla las calles de Río? (II)

Dos mujeres lloran la muerte de un hombre en una favela de Copacabana, zona sur de Río de Janeiro. Foto EFE.

Como parte de un patrón que se repite en toda la ciudad de Río, los residentes de Ilha viven bajo la autoridad de facto de un gánster y su ejército privado. Fernandinho es un narcotraficante de 31 años, cuyo nombre de pila es Fernando Gomes de Freitas. Existen dieciocho favelas en Ilha, de la cual Morro do Dendê, donde él vive, es la más grande de ellas y una de las más grandes de la ciudad. Fernandinho controla todas menos una de las favelas a nombre del Tercer Comando Puro. Adicionalmente al tráfico de drogas, recibe comisiones —vacunas— de los negocios legítimos, como son las compañías de transporte, operadores de televisión por cable y distribuidores de gas, entre otros.

En 2007 la policía estimó que Fernandinho ganaba trescientos mil dólares al mes gracias al tráfico de droga, pero especulaban que esta suma podía ser mucho menor a la que obtenía de sus otros negocios. Hace sentir su autoridad e imparte justicia mediante su ejército privado. Es un fugitivo, uno de los criminales más buscados de la ciudad. En su orden de arresto se describe como “el jefe en Morro do Dendê/Ilha do Gobernador, armado y peligroso, capaz de asesinar a cualquiera que esté en desacuerdo con él o desobedezca sus órdenes”. Sus otros aliados son Lopes, Cebolinha (pequeña cebolla), el León y Fernandinho Guarabu, en honor a la favela donde nació. Su padre era albañil, un borrachín que abusaba de él y de su madre. Está muerto. Su madre trabaja como cajera y se dice que se ha rehusado a recibir su dinero.

A pesar de las órdenes de arresto, Fernandinho vive abiertamente en Morro do Dendê, en esencia escondido a plena vista. Asumió el control de Ilha hace cinco años, cuando su predecesor, un gánster mayor de nombre Bizulai, quien lo apreciaba y había convertido en su mano derecha, fue asesinado por la policía militar. Se han presentado varias oportunidades por parte de la policía para apresar o asesinar a Fernandinho.

En noviembre de 2005, la policía realizó una redada en la favela la noche previa a una fiesta que Fernandinho había planeado para celebrar su cumpleaños número 27 e inaugurar una piscina comunitaria que había construido. Fernandinho escapó pero la policía incautó diez mil latas de cerveza. Ensayaron nuevamente en 2007, cuando organizó otra fiesta, ésta para celebrar el arresto de su rival, Marcelo Soares de Madeiros, conocido como Marcelo PQD (las siglas quieren decir paraquedista, “paracaidista”). Fernandinho escapó, pero la policía encontró una torta de cuatro pies y medio decorada en azúcar con el salmo 23. También encontraron una efigie de Marcelo PDQ vistiendo calzones rojos, colgado de un poste de la luz.

En el pasado Marcelo PDQ había sido el jefe de Morro do Dendê, sin embargo luego de pasar un tiempo en la prisión de Bangu perdió su posición y se alió con otra banda llamada Comando Vermelho, o Comando Rojo. Su intención era asesinar a Fernandinho y retomar el control de la favela.

El Tercer Comando

Ell Tercer Comando Puro comenzó como una facción rebelde del Comando Rojo, la más antigua y poderosa narcomafia de Río. Se conformó a partir de un grupo de prisioneros en 1979, cuando los criminales comunes y los radicales políticos eran recluidos en un mismo lugar, la prisión de Cândido Mendes, en Ilha Grande en el mar al oeste de Río. Cândido Mendes es el equivalente brasileño de Devil’s Island, un lugar donde la dictadura militar del país, quien ejerció entre 1964 y 1985, encerró a todos los guerrilleros que no logró asesinar. La democracia en Brasil fue restaurada hace más de veinte años y ya no existen guerrilleros marxistas, aunque algunos antiguos guerrilleros forman parte del gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Los fundadores del Comando Rojo aprendieron algunos conceptos organizacionales e ideas sociales de sus compañeros de celda. Inclusive adoptaron el lema “Paz, justicia y libertad”, el cuál aún es utilizado por la banda. Para mediados de los ochenta, el Comando Rojo y sus descendientes habían abandonado cualquier pretensión política que sus líderes hubieran podido tener. Hoy en día son sencillamente organizaciones criminales, existen para vender drogas a sus compatriotas brasileños.

Contrario a los carteles de la droga en Colombia o en México, los cuales exportan droga, los bandidos de Río son importadores mayoristas y gerentes de sus propias redes de distribución minorista —traen cocaína de Bolivia, Perú y Colombia, y marihuana de Paraguay—. Por lo menos cien mil personas trabajan para los carteles de la droga en Río, y su estructura jerárquica imita la del mundo corporativo: los jefes de las favelas se denominan gerentes gerais, o gerentes generales; sus segundos son subgerentes; y a los grandes jefes de las bandas se les llama donos, o “dueños”.

Cuando visité otra de las favelas en un cerro al norte de Río, una mujer a quien llamaré Cicialde, quien administra una ONG cuyos fondos provienen del sector privado y maneja un pequeño centro comunitario, me explicó que el Tercer Comando Puro controlaba la cima del cerro, pero que las laderas eran territorio del Comando Rojo (al comienzo de mi visita hubo un tiroteo con armas automáticas, situación que sucedía prácticamente a diario).

“La subida es únicamente Comando Rojo. Aquí nunca podemos vestirnos de rojo. Está bien que los fanáticos del Flamengo vistan la camiseta del equipo” —el Flamengo es uno de los más populares equipos de fútbol de Río y su camiseta es negra y roja—.

“Pero nunca puedes vestirte sólo de rojo. Hace algún tiempo una chica que vestía de rojo subió por la montaña. No la asesinaron porque era una cristiana evangélica, pero sí le quitaron la ropa a cuchillo. El año pasado en otro incidente, los traficantes le arrancaron las uñas a otra chica porque las tenía pintadas de rojo”, dijo Cicliade.

“Ahora no nos pintamos las uñas”. El líder de la banda de la cima se graduó de la clase de informática que ofrece el centro comunitario por lo que sus hombres generalmente dejan a Cicliade realizar su trabajo en paz, agregó.

* Este texto fue publicado en su versión original en inglés en la revista ‘The New Yorker’.Espere este martes la tercera entrega: “La ley de las favelas”.

http://www.elespectador.com.co/, John Anderson, especial.

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