lunes, 8 de febrero de 2016

Mendeléyev: ¿Por qué el vodka tiene 40 grados?

El químico, nacido el 8 de febrero hace 182 años, ha pasado a la historia por ser el creador de la tabla periódica de los elementos. Pero también tuvo mucho que ver con la emblemática bebida espirituosa rusa.


182º aniversario del nacimiento de Dmitri I. Mendeléiev

Dmitri Mendeléyev tuvo un revelador sueño la noche del 16 de febrero de 1869. Vio todos los elementos químicos dispuestos de forma ordenada en una tabla a la que hoy llamamos periódica. «Vi una tabla en la que los elementos encajaban en su lugar. Al despertar, tomé nota de todo en un papel». Es posible. Pero de lo que no hay duda es de que la tabla es el fruto de la ejecución de cientos de solitarios químicos, a los que el químico jugaba en sus largos viajes en tren por Rusia. Barajaba las fichas con las propiedades de los distintos elementos, tratando de encontrar un orden que finalmente, anestesiado en su subconsciente, se le reveló en sueños. 


Dmitri Mendeléyev se convirtió en uno de los químicos más reputados de la historia. No en vano, la ciencia le debe uno de sus trabajos más importantes, la clasificación, organización y distribución de los distintos elementos químicos según sus propiedades y características. Él fue el encargado de sembrar la semilla del posterior método definitivo de catalogación: ordenó los elementos según su masa atómica en una tabla que bautizó como periódica, situando en una misma columna aquellos que tuvieran algo en común. 

Dmitri Mendeléyev nació en Tobolsk, histórica capital de Siberia, en el año 1834 y tuvo que sobrevivir en una gran familia con escasos recursos económicos. Era el menor de, al menos, 17 hermanos. Su padre quedó ciego en el mismo año en el que su último vástago vino al mundo, perdiendo así su trabajo y falleciendo años más tarde; mientras que su madre regentaba una fábrica de vidrios, hasta que un incendio acabó con el negocio. En lugar de por una reconstrucción, decidió apostar todos sus ahorros a la educación de su hijo Dmitri, que ya desde muy pequeño apuntaba maneras, y se trasladaron a Moscú para que siguiese progresando en los estudios.

No todo fue fácil. A pesar de su pericia e inteligencia, Dmitri Mendeléyev fue rechazado por la Universidad de Moscú, debido a la política que seguía el centro de no admitir a nadie que no hubiera nacido en la propia ciudad. Este reto que se le presentó en el camino fue superado. El padre de la tabla periódica se volvió a trasladar hasta San Petesburgo donde finalmente pudo cursar los estudios para los que estaba destinado. La suerte nunca le acompañó, y tras terminar sus estudios volvió a toparse con otra piedra en su camino.Mendeléyev fue diagnosticado de tuberculosis e inmediatamente enviado hasta la península de Crimea para curarse de sus dolencias. Mientras se recuperaba, decidió seguir formándose por su cuenta y trabajó como profesor de ciencias.

Dmitri Mendeléyev nació y creció en la tradicional e inmovilista Rusia de los zares, y siempre estuvo señalado dentro de su país -por entonces todo un imperio- como una persona liberal, algo que le perjudicó dentro de sus fronteras. Tampoco le ayudó su complicada personalidad. Adicto al trabajo y perfeccionista hasta el extremo, era conocido por su mal carácter. Sus compañeros siempre aseguraron que, mientras trabajaba, su comportamiento estaba basado en gritos, gruñidos y malas palabras. Hubo quien se atrevió a preguntarle de dónde le venía ese genio, una cuestión para la que encontró una ingeniosa respuesta: según Dmitri Mendeléyev, su constante enfado era la única manera de mantenerse sano y no contraer una úlcera.

Dmitri Mendeléyev estuvo a punto de conseguir un Premio Nobel, una circunstancia que finalmente se le resistió. El Comité Nobel de Química recomendó a la Academia Sueca de Ciencias que el máximo galardón se le concediera al creador de la tabla periódica y, a pesar de que son muy pocas las ocasiones en las que la Academia ignora las recomendaciones del Comité, desafortunadamente esta fue una de ellas. Las malas lenguas aseguran que el culpable tiene nombre y apellidos. Svante Arrhenius, un científico sueco que ya había ganado el galardón de física en el año 1903, que tenía una gran influencia sobre los encargados de decidir el vencedor y que guardaba gran rencor hacia MendelèyevUn año después de que se truncara ese reconocimiento a su labor, el científico murió.

A pesar de ello, Dmitri Mendeléyev figura en los libros de Historia como el gran creador de la tabla periódica, uno de los principales culpables de que el profesor de Química -el mismo que te enseñó que cuando el oso tocaba el pito, era Perico el que hacía sonar su silbato- repitiera con insistencia símbolos y valencias. Todos aquellos que en su día no optaron por seguir su carrera profesional con una bata y dentro de un laboratorio quizá tengan la sensación de que haber aprendido a formular y nombrar apenas les sirvió para superar aquel curso de la ESO o la EGB. Sin embargo, con el paso de los años, y ya con una mejor perspectiva de la vida, resultaría casi imposible olvidar que Ag es el símbolo de la plata, algo que también es de gran ayuda para rellenar las esquinas de los crucigramas.

Mendeleiev y el vodka


Pero Mendeleiev también tuvo mucho que ver con la historia del vodka. La emblemática bebida rusa se destilaba de forma casera y se producía con una acumulación alcohólica que iba de los 10 a los 50 grados, sin ningún tipo de estandarización. Los estudios del químico ruso le permitieron llegar a la conclusión de que 40 era la cifra ideal: hacía que el calor producido en su consumo fuera el mínimo y, por tanto, se mantuviera al máximo su sabor. Desde ese momento, el vodka ruso tiene, oficialmente, una graduación obligatoria de 40 grados. Cuando la graduación es mayor, el calor producido en la boca mezclado con la humedad se percibe como sequedad.

El legado de Mendeleiev


El pasado 30 de diciembre, cuatro nuevos elementos químicos se incorporaron a la tabla periódica de Dmitri Mendeléyev, rellenando así su séptima fila. Aún no han sido bautizado, pero los superpesados 113, 115, 117 y 118, descubiertos por científicos japoneses, rusos y estadounidenses, ya han sido verificados por la Iupac (Unión Internacional de Química Pura y Aplicada). Estas incorporaciones de la tabla periódica han sido las primeras desde que en el 2011 se incorporaron otros dos nuevos componentes: el 114 y el 116. Y es que, desde que Dmitri Mendeléyev presentó en 1869 su primera versión del tablero, integrado por 63 elementos, la clasificación ha ido sufriendo múltiples variaciones. El ruso intuyó que la Ciencia todavía no había logrado descubrir todos. Dejó varios huecos vacíos para que sus contemporáneos fueran completándola.

Dmitri Mendeléyev creó la tabla periódica para facilitar el trabajo de los químicos. La distribución actual de los elementos por grupos en función de sus propiedades es un diseño de Alfred Wermer, que toma como patrón la de su colega ruso. El trabajo por el que el químico, nacido hace hoy 182 años, pasó a la historia consistía en ordenar todos los elementos químicos que fueran naturales o creados artificialmente y clasificarlos según su masa atómica: «Cuando los elementos están dispuestos en columnas verticales de acuerdo con el incremento de su peso atómico, de modo que las líneas horizontales contengan elementos análogos, de nuevo según el aumento de peso atómico, se produce una ordenación a partir de la cual se pueden sacar varias conclusiones generales».

domingo, 28 de diciembre de 2014

La hilarante, etílica y sangrienta Batalla de Karánsebes


Una de las muchas estampas de la guerra ruso-turca (Wikimedia commons)
Una de las muchas estampas de la guerra ruso-turca (Wikimedia Commons)


Parece bastante factible que a algún lector le llame la atención que incluya el término ‘hilarante’ en el título de este post, sobre todo teniendo en cuenta que la batalla a la que está dedicado se cobró, según cuentan algunas fuentes, la escalofriante cifra de 10.000 víctimas mortales.
 
Pero comprenderán la inclusión de esa palabra cuando conozcan los detalles de cómo y por qué se desarrolló la mencionada batalla, descrita por algunas fuentes como "más estúpida de la Historia".

Para ponernos en situación debemos viajar hasta el año 1788, una época en la que eran frecuente los conflictos bélicos entre los diferentes imperios con el propósito de ir anexionándose regiones y países.

Por aquel entonces el Imperio Otomano era uno de los más potentes y llevaba cinco siglos de expansión a través de las numerosísimas guerras a las que se enfrentaba, en aquel momento estaba inmerso en un conflicto bélico contra el Imperio Ruso, quienes contaban como aliado con el ejército austriaco del Sacro Imperio Romano Germánico.

Como peculiaridad cabe destacar que el austriaco era un ejército que estaba conformado por 100.000 hombres de múltiples nacionalidades, no entendiéndose entre sí la mayoría de ocasiones debido a que cada uno hablaba un idioma diferente.

El 17 de septiembre de 1788 un contingente de la caballería austriaca llegaba a las inmediaciones de la población de Karansebes (actualmente en Rumanía pero por aquel entonces bajo dominio otomano). Se preparaba un gran ataque para ganar posiciones al enemigo turco y los soldados estaban concienciados de la dura batalla que les tocaría librar.

Por el camino se encontraron con un grupo de comerciantes de etnia gitana que les ofrecieron unos cuantos barriles de aguardiente a un excelente precio. Sin pensárselo dos veces decidieron comprarles todo el alcohol y darse un buen festín etílico mientras esperaban la llegada del resto de soldados.

Horas después, cuando la mayoría de los miembros de la caballería austriaca estaban borrachos y habían acabado con la práctica totalidad del aguardiente llegó el contingente de infantería, quienes al ver aquel panorama quisieron apuntarse a la fiesta y beber también unos buenos tragos.

Pero se encontraron con la negativa de los húsares en querer compartir el poco aguardiente que les quedaba (algunas fuentes apuntan que tan solo había sobrado un barril). Como es de imaginar comenzaron las discusiones entre los miembros de los diferentes cuerpos del ejército austriaco, teniendo en cuenta que parte de ellos estaban borrachos como una cuba y sus facultades y raciocinio no eran las más adecuadas para entrar en razón, por lo que en cuestión de minutos se montó una violenta tangana y acabaron a puñetazo limpio.

Alguien, con buena intención, intentó parar la pelea dando un disparo al aire, pero fue algo que puso mucho más nerviosos a los allí presentes que creyeron que estaban siendo atacados por los turcos.

Tampoco ayudó el hecho de que cada uno hablase un idioma diferente y pocos entendieran el verdadero significado de ¡halt, halt! (¡alto, alto!) que algunos soldados gritaban en alemán. El desconocimiento del idioma, el estado de borrachera de un gran número de soldados y la tensión que allí se estaba viviendo hizo que la mayoría entendiesen esos ‘halt’ como gritos a ‘Alá’ realizados por soldados otomanos, cosa que complicó mucho más el asunto, desmadrándose por completo y produciéndose una penosa y dantesca batalla que causó nada más y nada menos que alrededor de 10.000 muertos.

El Imperio Otomano había ganado una importante batalla sin tan siquiera haberse presentado. Sin lugar a dudas la Batalla de Karánsebes se convirtió en una de las más dolorosas y bochornosas derrotas de José II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.

Aunque este episodio está ampliamente publicado por múltiples fuentes son muchos los historiadores que dudan de la veracidad de algunas partes de este relato, siendo motivo de discusión en numerosos foros y páginas dedicadas a la Historia y en concreto a este tema. La primera cita que existe sobre el suceso fue escrita 55 años después del incidente.

Dentro de las dudas que pueda presentar la veracidad o no de alguna parte de esta historia, lo curioso y llamativo de la misma ha hecho que quiera compartirla con ustedes y como se suele decir en estos casos: ‘se non è vero, è ben trovato’.


Publicado por Yahoo! en Español

martes, 4 de noviembre de 2014

El falso diario de Hitler

El engaño más grande y más embarazoso de la historia del periodismo comenzó cuando un experimentado gacetillero alemán creyó ver el golpe de su vida. Gerd Heidemann era un reportero investigador de 51 años de la respetada revista de noticias Stern, de Alemania Occidental.


Adolf Hitler da un discurso. (FrancePresseVoir/AFP)
Adolf Hitler da un discurso. (FrancePresseVoir/AFP)

En 1980, decidió vender su bote. Pero no era un bote común. Era el Carin II, un yate a motor que en su momento perteneció a Hermann Goering, el segundo de Hitler. Esto lo puso en contacto con un posible comprador adinerado que le mostró un diario que había adquirido hacía poco tiempo.

Dijo que era uno de una serie de diarios escritos en secreto por el propio Hitler; el que vio Heidemann databa de los primeros meses de 1935. Era un hallazgo sorprendente y de inmediato Heidemann vio que podía representar una nota de interés masivo en las noticias.

Las circunstancias históricas del diario parecían bastante creíbles, basadas en los hechos conocidos de la Operación Seraglio. En abril de 1945, cuando los rusos cerraron el cerco sobre Berlín, Hitler y su entorno, ahora ocultos en su búnker, diseñaron Seraglio.

Hitler volaría hasta su retiro de montaña en Berchtesgaden, Bavaria, donde establecería su última posición. Con este fin, su piloto personal, el general Hans Baur, organizó diez aviones para transportar carpetas, archivos y pertenencias personales a un aeropuerto cercano. Uno de estos aviones cayó cerca de Dresden.


El dictador nazi Adolf Hitler, se relaja en un sofá junto a su amante, Eva Braun (Inp/AFP/Archivos | )
El dictador nazi Adolf Hitler, se relaja en un sofá junto a su amante, Eva Braun (Inp/AFP/Archivos)
Cuando le dieron la noticia a Hitler, como Baur recordaría más tarde, empalideció visiblemente y dijo: “En ese avión iban todos mis archivos privados, que pretendía dejar como testamento para la posteridad. Es una catástrofe”.

Para Gerd Heidemann parecía perfectamente posible que el diario personal se hubiera salvado de este accidente. A través de sus contactos periodísticos, Heidemann rastreó la fuente del diario hasta el proveedor en Stuttgart, un “Dr. Fischer”, quien confirmó la historia de su procedencia.
Tentadoramente, Fischer le contó a Heidemann que la serie incluía otros 26 volúmenes que cubrían los años de Hitler en el poder, desde 1932 hasta dos semanas antes de su suicidio, en abril de 1945.

La carnada del pescador (Fischer)

Sin embargo, había complicaciones. El proveedor de Fischer era su hermano, un oficial militar de alto rango en Alemania Oriental. Aparentemente, los diarios habían sido rescatados del avión por un granjero, pero ahora estaban en poder del hermano de Fischer, que arriesgaba su vida incluso al contrabandear los volúmenes a Alemania Occidental.



Konrad Kujau, el autor del falso diario de Hitler. (Wikimedia Commons)
Konrad Kujau, el autor del falso diario de Hitler. (Wikimedia Commons)


Estaba preparado para correr el riesgo a cambio de moneda fuerte. Se requería el mayor de los secretos. Heidemann aceptó que ninguna otra persona de Stern contactaría al Dr. Fischer. Heidemann estaba convencido, pero sabía que sus editores en Stern podrían ser escépticos.

Pero para Heidemann esto era diferente, porque la historia de los antecedentes tenía sentido. Tomó la dudosa decisión de pasar por encima de sus editores y, en cambio, enfrentar la gerencia de la empresa controlante de Stern, Gruner & Jahr.

La gerencia sabía que Heidemann era uno de los principales periodistas de Stern y decidió respaldarlo. Como era necesario un máximo secreto, autorizaron el pago de los diarios restantes, por la colosal suma de 85.000 marcos alemanes por volumen. Claro que Heidemann no sabía que el Dr. Fischer en realidad se llamaba Konrad Kujau, quien durante muchos años había comercializado y falsificado objetos de interés nazi que proporcionaba a sus ansiosos clientes.

Naturalmente, Kujau estaba encantado con la oferta. De hecho, estaba tan alentado por la candidez de Heidemann que se atrevió a estirarlo aún más, al decirle al periodista que la carga de Alemania Oriental no contenía 26 volúmenes de diarios, sino 60, y que también había otras riquezas: pinturas, documentos, incluso un guión escrito por Hitler para una ópera. Sin embargo, dadas las dificultades para sacarlo todo de Alemania Oriental, la entrega tardaría un tiempo.

Y realmente tardaría algún tiempo, porque ahora Kujau tenía que falsificar todo el material prometido. Kujau escribió los diarios él mismo e imitó la escritura de Hitler y su firma. Para el contenido, buscó memorias y documentación existente, sobre todo un trabajo erudito llamado Hitler: Discursos y Proclamas 1932-45, publicado en la década de 1960.

Las entradas de Kujau en los diarios falsos eran cortas, registros de acontecimientos cotidianos y algún comentario personal ocasional. Las observaciones puestas en boca de Hitler eran francamente insulsas, pero su propia banalidad los hacía aparecer más auténticos.

En lo que respecta a los volúmenes de los diarios, eran unos viejos cuadernos de escuela que Kujau había comprado originalmente para catalogar su propia colección. En la cubierta externa agregó sellos de cera y cintas, con las iniciales de Hitler en relieve. Luego golpeó los volúmenes y les volcó té encima para darles un aspecto envejecido que concordara con la supuesta historia.

En total, se entregaron a Kujau dos millones de marcos alemanes (1.2 millones de dólares), en maletines, por un volumen falsificado tras otro. Mientras tanto, Heidemann obtenía una buena ganancia al retener millones del dinero que pasaba por sus manos.

Trato hecho

Los ejecutivos de Gruner & Jahr decidieron que, debido al secreto, expondrían los diarios al análisis de solo unos pocos extraños. Se consultaron a tres expertos calígrafos que confirmaron la autenticidad de los documentos porque, al parecer, las muestras de la escritura de Hitler que les dieron para comparar con los diarios también habían sido falsificadas por Kujau.

Una vez pasados los controles y la seguridad, los editores de Stern cerraron el lazo. A principios de 1983, después de 18 meses de duro trabajo de falsificación por parte de Kujau, se habían entregado todos los diarios.

En marzo, se abrieron negociaciones secretas para los derechos internacionales de publicación de los diarios. Muy rápidamente lograron la atención de Rupert Murdoch, propietario de The Times y The Sunday Times de Londres.

Los editores de The Sunday Times insistieron en autenticar debidamente los diarios. Cuando se llevó a cabo la reunión, los periódicos Times tenían a un experto sobre Hitler en el grupo. Hugh Trevor-Roper, lord Dacre, era un antiguo Regius Professor de Historia Moderna en Oxford.

El 1º de abril de 1983, lord Dacre recibió una llamada telefónica de The Sunday Times para contarle sobre los diarios y pedirle que los evaluara. En principio, era escéptico. No había referencias creíbles de que Hitler hubiera llevado un diario de cualquier tipo; además, era sabido que a Hitler no le gustaba escribir a mano.

No obstante, lord Dacre aceptó volar a Zúrich, donde los volúmenes estaban guardados en una bóveda de seguridad bancaria. En Zúrich se le aseguró que se había controlado el papel en el que estaban escritos los diarios, lo cual no era cierto. También se le dijo que la fuente era conocida y confiable, lo cual tampoco era cierto.

Dacre estaba impresionado por la cantidad de material: un falsificador no permitiría tantas posibilidades de error, sin duda. Tomó su decisión: los diarios parecían ser auténticos. Al día siguiente, Murdoch ofreció tres millones de dólares por los derechos en todo el mundo. Dos semanas más tarde, The Sunday Times, en una publicación en primera plana coordinada con Stern, lanzó la historia al mundo.


Las letras mayúsculas góticas parecían “FH”, no “AH”. (Wikimedia Commons)
El titular de The Sunday Times rezaba: “Los secretos de la guerra de Hitler: cómo fueron encontrados los diarios del Führer en un granero de Alemania Oriental”. La cubierta de Stern mostraba una fotografía de uno de los diarios, con las iniciales de Hitler grabadas en dorado. Las letras mayúsculas góticas parecían “FH”, no “AH”, pero nadie lo notó.

Stern organizó una conferencia de prensa coincidente con la publicación. Estaba programada como la oportunidad para pregonar la historia del siglo, pero rápidamente se transformó en un desastre. Los periodistas apabullaron a los editores con preguntas incisivas, que de inmediato evidenciaron la falta de investigación forense adecuada. Lord Dacre, cuyas dudas iban en aumento, eligió este momento para unir su voz.

El engaño se aclara

Para sostener la historia, Stern aceptó remitir los diarios al Bundesarchiv, el archivo estatal de Alemania. Los resultados llegaron en apenas una semana: los diarios supuestamente referidos al año 1932, estaban escritos en papel que contenía poliamida 6, un material sintético recién inventado en 1938 y de uso común a partir de 1943.

La tinta, el pegamento, las juntas y las cintas eran posteriores a la guerra. Un nuevo grupo de expertos calígrafos, con información adecuada, reveló después que el texto era una burda imitación que fallaba en reproducir muchas de las formas de letra distintivas de Hitler.

La fuente del contenido, el libro de discursos publicado hacía mucho tiempo, fue identificada. Kujau huyó a Austria, pero se entregó pocas semanas después. Heidemann fue arrestado. Cuando Kujau se enteró de que Heidemann había guardado gran parte del dinero que supuestamente debía ser para él, confesó toda la historia. Ambos hombres fueron juzgados en 1985 y cada uno recibió una sentencia de más de cuatro años en prisión.

La reputación de lord Dacre quedó muy maltrecha y nunca se recuperó del todo. El editor de Stern renunció, al igual que el editor de The Sunday Times. Andrew Neil asumió como editor en 1983. “Esta historia era tan grande”, refirió más tarde, “y The Sunday Times deseaba tanto que fuera cierta, que era casi demasiado buena para controlarla en forma adecuada”.

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domingo, 11 de mayo de 2014

Ilusiones ópticas

Siempre hay algo intrínsecamente satisfactorio acerca de las ilusiones ópticas, imágenes estáticas que parecen moverse, cambios de color o elementos que nos engañan y parece que realmente no están ahí. "Optical Illusions" es el título del nuevo libro del diseñador Paul M. Baars que hace una evaluación de diferentes ilusiones ópticas que van desde inversiones, ilusiones de profundidad, efectos de vibración, figuras ambiguas, camuflaje, arte anamórfico, teselado hasta otros provocadores mentales.

Optical Illusions, a new book by Paul M. Baars
 El artista chino Liu Bolin, maestro del camuflaje realizó esta fotografía con "body paint" y ropa que combinaba con los asientos del Teatro alla Scala en el 2010 (© Liu Bolin; courtesía de Eli Klein Fine Art, New York).

Optical Illusions, a new book by Paul M. Baars
Una pared pintada en un edificio en Los Gatos (California). (Foto 1990 © John Pugh)
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¿Puedes ver al león? El artista estadounidense Donald L. "Rusty Rust" tituló esta obra "Hidden Lion" o león escondido. © Reimpreso con permiso del artista.
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Pintura de 1590 del artista italiano Giuseppe Arcimboldo, "El jardinero vegetal" a la izquierda y a la derecha en posición invertida. Erich Lessing / Art Resource, NY. Museo Civico, Cremona, Italia.

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Este diseño es un clásico de las ilusiones ópticas presentado por el Studio PDB en 2012 y titulado "Tenedor Imposible".


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El fresco de 1473 en el techo del Palazzo Ducale, en Mantua (Italia). (Scala Art Resource, NY, Camara degli Sposi).

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El monumento nacional que representa a Nelson Mandela, realizado por el artista Marco Cianfanelli (2012), cerca a Howick (Suráfrica). (Foto de Marco Cianfarelli).

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Parece que el interior del fresco del Teatro Olímpico de Vincenza (Italia), pintado en 1589, u tuviera una gran oportunidad, aunque no es así. (Eric Lessing/Art Resource, NY).

Optical Illusions, a new book by Paul M. Baars

La obra "Glee Turns Glum" que en español sería algo así como "Feliz se transforma en triste" es un dibujo de Roger N. Shepard. (© R. N. Shepard. publicado en Shepard, R.N. Mind Sights: Original Visual Illusions, Ambiguities, and Other Anomalies. (1990). New York: WH Freeman and Company).

Optical Illusions, a new book by Paul M. Baars

Esta es la imagen de la portada de "Optical Illusions" el nuevo libro del diseñador Paul M. Baars.

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