sábado, 16 de enero de 2010

¿Quién controla las calles de Río? (I)

Nadie tiene certeza del número de favelas que existen hoy en día en Río de Janeiro. Foto: EFE


Iara, una mujer trigueña de treinta y un años, es la encargada de administrar la favela de Parque Royal para un gánster llamado Fernandinho. Ella es considerada su subdelegada. Cuando la conocí estaba organizando la fiesta de cumpleaños de la menor de sus tres hijas, quien cumplía diez años. Vestía una camiseta, pantaloneta corta y una gorra de béisbol negra y llevaba el cabello recogido. Su camiseta tenía un mensaje en portugués que decía “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. Juan 17:15”. Se veía un bulto en su pantaloneta donde guardaba la pistola.

Iara es la responsable de las “relaciones comunitarias”, en nombre de su banda, el Terceiro Comando Puro, o Tercer Comando Puro, la cual ella llama “La firma”. Era un cargo nuevo, pero muy necesario. “Antes habíamos tenido algunos problemas, principalmente situaciones donde los traficantes eran irrespetuosos hacia los locales”, explica. Iara generalmente resuelve los problemas “hablando con la gente”, pero si es un problema grande lo “llevaba a la montaña”, haciendo referencia a Morro do Dendê, la favela donde habita Fernandinho. El día anterior se había presentado un problema: “Un esposo había golpeado a su esposa. Ella quería separarse y él la golpeó”. Iara no dio explicaciones de cómo se había resuelto el problema, simplemente que se había logrado.

Caminamos por entre la favela —un desorden de casas de hojalata corrugada y ladrillo, agolpadas unas con otras, enjambres de cableado eléctrico, paredes cubiertas de grafiti y callejones donde los pequeños negocios y bares que vendían cerveza y cachaça compiten con la iglesias evangélicas por el espacio local. Parque Royal está construido sobre lo que era un pantano de mangle, y la casa de Iara se encuentra sobre una rambla cubierta de basura que da a la bahía. El ambiente hiede a alcantarilla, pero nadie parece notarlo. Jóvenes armados de semblante rudo, traficantes pertenecientes a su banda, cuidan de los callejones. Iara habla con ellos para que no me hagan ningún daño.

Iara luce un tatuaje de un escorpión en su brazo izquierdo, rodeado por las iniciales de las personas más cercanas a ella: sus tres hijas, su madre, su hermana, su sobrina y su sobrino. Su padre abandonó a su madre cuando ella tenía un año. Su madre había sido alcohólica pero “ya no lo es”, ahora es evangélica. Cuando niña, Iara había jugado fútbol, y había sido suficientemente buena como para practicar con los profesionales, para comprobarlo mencionó algunos jugadores conocidos. Inclusive había salido en la televisión; pero su hermano mayor solía golpearla. “Decía que yo era lesbiana”.

Bajo el control de las bandas

Cuando cumplió catorce años Iara se unió a la rama local del Tercer Comando Puro. “Lentamente comencé a involucrarme para protegerme de mi hermano, para que me respetaran, y una vez que me uní no volví a tener problemas con él”, me dijo. El hermano de Iara se encuentra en la prisión de Bangu al oeste de Río de Janeiro, donde envían a la mayoría de gánsteres, y la cual es controlada por las bandas. “Es la sexta vez que va a prisión, es traficante de drogas y ladrón”, dijo.

La hija mayor de Iara, quien tiene catorce años, se acercó para decirle algo. Vestía camiseta y pantaloneta rosa. Cuando se fue, Iara orgullosamente me dijo: “Es una buena chica, muy responsable: hasta me regaña”.

Como mujer representante de la banda en Parque Royal, Iara devenga un sueldo de quinientos reis a la semana, unos doscientos cincuenta dólares, junto con un porcentaje de la venta de droga. En total recibe mil reis a la semana, suficiente para mantener a su familia. “Si el producto es bueno, las ventas mejoran. Mi único problema es que soy adicta a la maconha —marihuana—”, dijo riendo. “Si fuera por mí, sólo fumaría unas cuatro veces al día, pero el problema es que adonde sea que voy alguien se está fumando un porro”.

Me explicó que el año anterior se había “retirado”, pero que cuando su reemplazo había sido asesinado, el segundo de Fernandinho, Gilberto Coelho de Oliveira, a quien todos conocen como Gil, le había pedido que regresara, y ella lo había hecho. Se dice que Gil, quien ha sido el mejor amigo de Fernandinho desde la infancia, es el más violento de los dos.

Río, sin escape

Iara no piensa mucho en el futuro, su vida perfecta sería “simplemente vivir con mis hijas”. Luego de una pausa, me reveló lo siguiente: a la edad de su hija mayor, a quien yo acababa de ver, ella había sido violada. “Era demasiado pequeña entonces, me cortó la vagina con un cuchillo. Necesité siete puntos y estuve hospitalizada una semana”, dijo. Luego se había fugado de la casa para irse a vivir con otro hombre —“el hombre que se convirtió en el padre de mis hijas”—. Sin embargo, después de un tiempo lo dejó porque consumía mucha droga; ahora se encuentra sola.

Le pregunté a Iara si era religiosa. Me contestó que no, aunque a veces acompañaba a su tía a la iglesia. También me dijo que le gustaba el Pastor Sidney, un popular predicador evangelista local porque “habla con todo el mundo, y además si alguien va a ser ejecutado habla con el gran hombre”. “Todo el mundo sabe que si se tiene un problema sólo hay un hombre que puede resolverlo, Fernandinho”.

Parque Royal está situada en Ilha do Governador, la más grande de las islas de la gran bahía de Guanabara. Fue nombrada en honor a un gobernador portugués de la época colonial quien en ese entonces construyó una plantación de caña, pero en la actualidad Ilha forma parte de los suburbios de Río, conectada con la masa continental a través de puentes y autopistas elevadas. El principal aeropuerto internacional de Río, Galeão-Antônio Carlos Jobim —bautizado así en honor al padre del bossa nova—, se encuentra allí, apretujado entre una base aérea militar, una reserva natural, un astillero, algunas fábricas de petroquímicos y casi medio millón de residentes, de los cuales aproximadamente un veinte por ciento vive en las favelas.

Las primeras favelas de Río se remontan a los años posteriores a 1888, año en el cual se firmó la abolición de la esclavitud en Brasil. Su nombre proviene de una maleza de rápido crecimiento.

Los esclavos, recientemente liberados y sin dónde vivir, construían casuchas en las laderas abiertas de los parcialmente drenados pantanos de mangle. Luego a ellos se unieron antiguos soldados desempleados, y más recientemente aún la población pobre rural del país, quien inundó la ciudad, escapando de la pobreza crónica y la sequía. Hace veinte años se decía que había trescientas favelas en Río; hace diez años este número ya ascendía a seiscientos. Hoy en día no se sabe cuántas favelas existen, pero se estima que están alrededor de mil, y en ellas viven aproximadamente tres de los catorce millones de habitantes de Río.

Las favelas de Río se acercan al borde de la autopista que conduce al aeropuerto y se extienden en la distancia. Hay momentos en los cuales se presentan enfrentamientos entre bandas rivales en los cuales los tiroteos retumban en lo alto. Se han presentado ocasiones en las que han atracado a los motoristas directamente sobre la autopista. Muchos de los visitantes salen del aeropuerto de Ilha directamente hacia los hoteles frente a las playas de Zona Sul, la afluente zona del sur de la ciudad, en el lado opuesto de los cerros del Parque Nacional de Tijuca. Sin embargo, en la Zona Sur también hay favelas; en realidad en Río no hay cómo escapar completamente de la miseria.

El sueño de Lula

Uno de los propósitos que el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, se trazó cuando comenzó su primer mandato fue pacificar las favelas de Río de Janeiro. Su labor no había dado resultados hasta este año, cuando la Fuerza Pública decidió ocupar permanentemente estos lugares, reduciendo los índices de violencia generada por los traficantes de droga.
Por ahora, el número de favelas pacificadas es muy reducido, pero según Lula para 2016, cuando Río celebre los Juegos Olímpicos, las más significativas y violentas estarán controladas. El presidente Lula da Silva, quien ya ha visitado algunas de éstas, prometió toda la ayuda necesaria del Estado Federal para llevar a cabo lo que hasta ayer parecía sólo un sueño.
Espere el lunes ‘Fernandinho y su ejército privado’.

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