martes, 14 de junio de 2011

La multimillonaria triste

Huguette Clark. (AP)

La vida de Huguette Clark es lo más parecido a la adaptación moderna de un cuento de de los Hermanos Grimm. Hija del rey estadounidense del cobre del siglo XIX y de una reina de la belleza de Nueva York, la pequeña Hughette nació en París en 1906. Allí pasó los primeros años de su vida antes de trasladarse a la Gran Manzana. En su adolescencia alternó los mejores colegios con costosísimas clases de baile impartidas por la legendaria Isadora Duncan y el glamour de las fiestas de la alta sociedad estadounidense.

A los 19 años se convirtió en la heredera más apetecida y apetecible del país. La muerte de su padre, el magnate de las materias primas y ex Senador William A. Clark, le dejó una fortuna personal cercana a los $522 millones. Los solteros de familias como Rockefeller, Astor o Guggenheim, la cortejaron con la idea de formar la familia más poderosa de la nación.

Con 22 años recién cumplidos se casó, pero por amor no por interés financiero. Su matrimonio con William McDonald Gower, un modesto trabajador de Wall Street, fue un desastre y apenas duró dos años. El mismo día de su divorcio, en 1930, se le tomó la última foto en vida, y comenzó su maldición.

80 años encerrada

Como la princesa Rapunzel, se encerró en una torre —un imponente apartamento de 42 habitaciones con vistas a Central Park— esperando que un príncipe azul la rescatase. Allí pasó aislada ocho décadas, pero el caballero andante nunca llegó.

Huguette se fue separando cada vez más y más del mundo. Desperdició los mejores años de su vida viendo dibujos animados en televisión, rodeada de su colección de muñecas y pidiendo a sus escasas visitas que la llamasen Madame Clark, como recuerdo de su añorada vida en París. Ni siquiera salió de su jaula dorada para asistir al funeral de su madre, fallecida en 1963.

Dos Mansiones, obras de arte y toneladas de dinero

Hasta que cumplió 95 años no dejó que ninguno de sus familiares se le acercase. Temía que sólo les preocupase su dinero, sus obras de arte o las faraónicas mansiones que poseía en New Canaan (Connecticut), de 52 y 121 habitaciones, y Santa Bárbara (California).

La sospecha de que sus parientes solo querían su fortuna la llevó a relacionarse con un grupo muy reducido de personas. En la única que confiaba ciegamente era en su antigua secretaria, Suzanne Pierre, fallecida el pasado mes de febrero, con la que se comunicaba en francés para evitar que nadie entendiera sus confidencias.

Vivió sola, murió sola

Los últimos meses de Huguette fueron un fiel reflejo de su vida. Sus abogados peleando en los juzgados de Manhattan contra los sobrinos-nietos de la misteriosa heredera por hacerse con su fortuna, mientras ella agonizaba en una habitación del hospital Cedars Sinai que ni siquiera estaba a su nombre. El pasado 24 de mayo falleció la pobre niña rica que lo tuvo todo y no supo cómo disfrutarlo, dejando una cruda batalla legal por sus $521 millones de patrimonio, entre el que se incluye el violín La Pucelle (la virgen), fabricado por Antonio Stradivarius en 1709, y el cuadro Ramo de Rosas de Auguste Renoir. El 9 de junio Huguette Clark, amante del arte y la música, habría cumplido 105 años.

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