Su gestor y protagonista central, el cantautor colombiano Juanes, y quienes acompañándolo osaron desafiar el boicot a sus discos e inclusive las amenazas de muerte proferidas por el exilio cubano en La Florida, además de haber sido objeto de toda suerte de epítetos de muchos de sus colegas latinoamericanos, cuando no de la indiferencia de éstos, han sentado un precedente ante su generación y ante la Historia misma de la región, lo cual, de por sí, marca un referente mucho más importante que su reconocida consagración artística, y es la validación de su incomensurable valor y esencia como individuos comprometidos con el imperativo de la convivencia pacífica entre los pueblos.
A este propósito, Pedro De la Hoz, del Diario Granma, de La Habana, bajo el título "Paisaje de Paz después de la batalla", escribió: "En un intento desesperado por robarse el show intentaron armar una alternativa al concierto en La Habana, con algo que debía suceder en Miami a la misma hora. Un tal Javier Ceriani, a nombre de una fantasmagórica Exilio Productions, anunció que harían en el sur de la Florida un contraconcierto. La idea no pasó de ser una pompa de jabón. Ni con los millones de dólares que se movieron, ni los nombres que se manejaron, pudieron armar un engendro condenado de antemano al fracaso".
"Sin embargo, casi a la misma hora, en Puerto Rico, Andy Montañez, en el Centro de Bellas Artes Ada Mage Zayas, de la comunidad de Juana Díaz, en el sudeste de la Isla del Encanto, lideró un concierto de solidaridad con Juanes, Cuba y la paz, al que contribuyeron Mapeyé, Roy Brown, Así Somos y otros músicos".
El resto de las más diversas reacciones al contundente éxito evento, desde quienes ondearon la bandera colombiana hasta quienes hoy postulan a Juanes para el Premio Nobel de Paz, pasando por la reclamación desde Facebook sobre un récord Guinness a la mayor asistencia de espectadores a un concierto, no dejan de ser previsibles manifestaciones regionalistas, típicas del patrioterismo.
Los demás, sobre todo cantantes latinoamericanos que se hicieron a un lado, entre ellos, y en particular los colombianos Shakira, Carlos Vives, Fonseca, Fanny Lu y otros cuyo horizonte existencial está en orear sus lentejuelas sobre el tapete rojo de ese premio de consolación que otorgan los comentaristas hispanos de farándula de los Estados Unidos con los Grammy Latinos, pueden quedarse donde están, es decir, apenas tarareando el carácter, necesariamente efímero, de su fama, mayor o menor, proveniente de sus discos.
En contraste, a los otros extranjeros que alentaron la causa de Juanes y de su mentor, Fernán Martínez Mahecha, y que fueron el español Miguel Bosé, los puertorriqueños Olga Tañón y Danny Rivera, el ecuatoriano Juan Fernando Velasco, el italiano Jovanotti, como el también español, incansable juglar, Luis Eduardo Aute, les corresponde un sitial no tangible estadísticamente, sino en el lugar que de alguna o de muchas maneras ya les empieza a reconocer la nueva Historia, esa misma que han empezado a escribir, cantándola, sin fronteras.
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