miércoles, 20 de agosto de 2008

El look del populismo

"El estilo es el hombre", "la pinta es lo de menos" y "el hábito no hace al monje" son aforismos que pudieran servir de punto de partida hacia un debate sobre por qué, cómo y hasta dónde las conductas y la impronta personal de los últimos caudillos surgidos en América Latina inciden en la percepción de sus adeptos, seducidos por una imagen populista que propone un modelo de socialismo necesariamente artesanal, bajo el supuesto de ser capaz de superar la miseria histórica heredada de los políticos tradicionales.

El mosaico que ilustra estas líneas da cuenta de cómo el destino de millones de los seres más pobres del nuevo continente se rige por mandatarios cuyo afán protagónico y de monopolio del poder los convierte en auténticos íconos de la ramplonería y la bufonada, con el agravante de que las grandes masas marginales ven en ellos a genuinos representantes del interés popular. A juzgar por los siguientes estilos y modelos, y según la progresión de estas conductas, el próximo ungido con el favor de las urnas en el Continente ejercerá seguramente en taparrabo o en guayuco.
El caso más fresco en esta secuencia corresponde al recién posesionado presidente de Paraguay, Fernando Lugo (foto superior), quien ha decidido que las pantuflas o chancletas en público le conceden cierto estatus de apóstol de las clases más vulnerables de su país, sumido en la indigencia. En un alarde de cercanía con las masas, que a ojo cerrado lo eligieron, aquí se aprecia al último eslabón de la Teología de la Liberación en el rol de futbolista, papel que asume con el uso de un balón deliberadamente viejo, casi podrido, que simbolice el contenido social de sus promesas de luchar contra el hambre.

Como su homólogo guaraní, el mandatario de Bolivia, Evo Morales, tiene también por seguro que el fútbol —el deporte de mayor arraigo entre sus gobernados, pese a los tradicionales descalabros de su selección nacional y de sus equipos en el área— es una oportunidad inmejorable para proyectar su cercanía con los parias, que son casi todos sus compatriotas, convencidos de que el líder cocalero será capaz de hacerle muchos goles a la historia de padecimientos y explotaciones de esta nación. Es tan desatinado este gobernante, que durante la ceremonia de la entrega de la bandera olímpica a la delegación de su país a los Olímpicos de Pekín-2008 a cuatro paupérrimos deportistas, incluída una nadadora de 38 años, les hizo saber que dicha representación era "una vergüenza". ¡Sin palabras!
El privilegio que quisieran tener muchos de los fans de Diego Armando Maradona (derecha), tutearse con el astro argentino en un campo de fútbol, lo tuvo el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, anfitrión de la Copa América 2007. El evento sirvió de antesala al famoso referéndum del 3 de diciembre del mismo año, cuando el electorado respondió negativamente a las aspiraciones del mandatario por abrogarse nuevos poderes. No obstante su ninguna relación con este deporte, Chávez trató de emplearlo como instrumento de propaganda, vistiéndose con la vino tinto para la ocasión y repartiendo buena parte de la boletería entre los afiliados al Movimiento Bolivariano. No deja de ser bien paradójico que tres de los más acérrimos contradictores de los Estados Unidos, como Daniel Ortega (arriba), presidente de Nicaragua; su par venezolano Hugo Chávez (derecha), y el líder cubano Fidel Castro (de chaqueta azul en la gráfica inferior, acompañado de Chávez), apelen al recurso de uniformarse de beisbolistas para promover, precisamente, la causa anti-imperalista entre sus gobernados.
Aunque existen evidencias sobre la práctica de un deporte con un palo y una bola que datan de las primeras civilizaciones egipcia, griega y persa, el béisbol, tal como se juega en la actualidad, es una disciplina eminentemente norteamericana, según investigaciones documentadas, que le conceden su paternidad a Abner Doubleday, oficial del Ejército de la Unión durante la Guerra Civil de los Estados Unidos (1861-1865).

Único presidente argentino con diez años en el cargo (1989-1999), y con la posibilidad de quince, para lo cual —como Alberto Fujimori en el Perú (1990-2000) y como Hugo Chávez— reformó dos veces la Constitución, Carlos Menem es, si no el fundador, por lo menos uno de los más caracterizados representantes de este movimiento de mandatarios con alta proclividad al protagonismo mediante el disfraz y la parodia para ganar adeptos. Al líder del Partido Justicialista se le vio trajeado de tenista, de corredor de autos, de ciclista, de nadador, de paracaidista, sin contar sus exhibiciones en el golf, el polo, el hockey sobre hierba, el baloncesto y hasta de gaucho y de bailarín de tango. En la foto superior aparece poco antes de una de sus proverbiales salidas a una cancha para hacer gala de sus dotes futbolísticas.



(Nota en proceso de edición)

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