Cristina Fernández de Kirchner, ayer con una foto de su marido tras su victoria.- AP
La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, encara su segundo mandato, a partir de diciembre próximo, con un Congreso y un Senado claramente oficialistas y sin oponentes significativos: ninguno ha conseguido más allá del 17% de los votos, frente a su 53,8%, es decir, una insólita diferencia de casi 37 puntos. Su victoria la sitúa como la presidenta más votada, y con más poder, desde el retorno de la democracia, en 1983, cuando el radical Raúl Alfonsín logró un 51,7%.
Las elecciones tendrán seguramente consecuencias tanto en la esfera del oficialismo como de la oposición, que no logró su principal objetivo: impedir que el kirchnerismo se hiciera con la mayoría absoluta en las dos cámaras. Según el escrutinio final, la presidenta podrá disponer de 135 de los 257 escaños de la Cámara de Diputados y de 38 de los 72 miembros del Senado.
La presidenta no dejó entrever en la campaña cuáles son sus planes más inmediatos y en el discurso de la noche electoral solo aludió a "profundizar el modelo" inaugurado por su marido, el expresidente Néstor Kirchner, en 2003, sin mayores precisiones. Cristina, como se la conoce en Argentina, apeló a los jóvenes, a los que ha incorporado a su discurso político, para que continúen militando en el kirchnerismo. En la nueva legislatura habrá al menos seis diputados que proceden de La Cámpora, la agrupación juvenil que dirige su hijo, Máximo.
El discurso no disipó los temores de la oposición, que intuye una "cabalgada kirchnerista" en los próximos meses. En especial, la mención a no discutir sobre "hechos y realidades" provocó interrogantes, "porque eso es lo que queremos hacer, discutir hechos que se dan como ciertos y no lo son, como la inflación, o realidades, como la persistencia de un importante núcleo de pobreza", aseguró un portavoz radical. Tampoco alivió los temores del grupo mediático Clarín, al que el kirchnerismo tiene declarada una guerra total.
En cualquier caso, la victoria de Cristina Fernández de Kirchner es un éxito formidable. "No es solo una victoria cuantitativa, en número de votos, sino también cualitativa, por el resultado en el Parlamento y por el hecho de que ha ganado también en siete de las ocho provincias en las que se renovaba el cargo de gobernador", asegura la analista política Graciela Rohmer. El tema a partir de ahora, advierte Rohmer, es el nivel de consistencia de su nuevo mandato y "la puja por quién recibe la herencia, que comenzó tras su discurso en la noche electoral, asegurando que no quiere forzar una nueva reelección".
Fernández explicó que la continuidad del proyecto kirchnerista no debe depender de personas concretas y dio a entender que no pretendía eternizarse, tal y como le piden quienes proponen un cambio constitucional para que pueda acudir a un tercer mandato. "La contradicción, muy de acuerdo con la cultura peronista, es que existe una baja institucionalización y un alto personalismo en este momento político", explica Rohmer.
De momento, la presidenta tiene, como mínimo, dos años de formidable concentración de poder, hasta las legislativas parciales de 2013, que ejercerá casi en solitario, o con el apoyo de una "mesa pequeña" de discretos colaboradores. La mayor curiosidad la despierta el diseño del nuevo equipo económico, dado que el actual ministro, Amado Boudou, pasará en diciembre a ser vicepresidente y que la presidenta ya no puede contar con su marido, que siempre controló esa área.
Las elecciones del domingo han tenido un efecto devastador en la oposición, porque nadie ha logrado un techo que le permita presentarse como la alternativa. El mejor situado ha sido el actual gobernador de Santa Fe, el socialista Hermes Binner, con un 17% del voto, lo que supone un aumento interesante sobre lo obtenido en las primarias del pasado agosto (10,18%), pero que le deja con una ingente labor por delante.
Binner, de 68 años, no tendrá fácil ejercer como líder de la oposición, porque no es diputado ni senador y porque dejará el cargo de gobernador en diciembre. Quiere decirse que, hasta 2013, en que seguramente optará a un escaño al Congreso, tendrá serias dificultades para encontrar foros en los que ejercer ese liderazgo opositor. El candidato socialista ha logrado, sin embargo, algo que parecía una hazaña, colocarse en segunda posición, y ha diseñado una estrategia a medio plazo para conseguir que otras fuerzas se vayan sumando a su Frente Amplio Progresista, ideado al estilo de la coalición uruguaya que llevó al poder a Tabaré Vázquez y a José Mujica, pero que soportó cuatro convocatorias en la oposición.
Quien sí dispone de una estructura partidaria es la Unión Cívica Radical (UCR), que deberá celebrar un congreso en diciembre y decidir el destino de Ricardo Alfonsín, que se vio relegado a una tercera posición, con el 11,1% de los votos. El radicalismo ha sido uno de los grupos políticos más afectados por la celebración de las elecciones primarias de agosto, una jugada que le salió redonda al kirchnerismo porque los resultados actuaron como una monstruosa encuesta que "desactivó" a las demás opciones.
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