Hoy en día, la vida e historia de este hombre se explica en todas las escuelas alemanas como ejemplo de valerosa resistencia a un gobierno injusto. La mañana del 16 de octubre de 1906, Wilhelm Voigt, de 57 años, se vistió con un uniforme de capitán del ejército prusiano que había comprado de segunda mano y salió a la calle. Se dirigió hasta Köpenick, un pequeño suburbio de Berlín, y allí se puso al mando de un pelotón de soldados que efectuaban prácticas de tiro en una caserna.
Voigt dio de manera fría, perfecta y contundente una serie de órdenes mientras los soldados se ponían de inmediato bajo su mando. Nada hacía pensar entre el pelotón que aquel capitán que les dirigía hacia el ayuntamiento no era militar, sino un simple zapatero en paro que había estado en varias ocasiones en prisión por pequeños delitos.
Una vez llegaron a la casa consistorial, ordenó subir al despacho del alcalde y detenerlo junto al tesorero municipal. Los subordinados quedaron perplejos mientras Voigt, con sangre fría, acusaba a los dirigentes de malversación de fondos públicos y tomaba de la caja de la tesorería los 4.000 marcos que allí había, firmando un recibí en el que curiosamente puso el nombre del director de la última prisión en la que había estado preso. Posteriormente, ordenó llevar al alcalde y al tesorero a la capitanía general de Berlín. Wilhelm Voigt salió del edificio, se dirigió a la estación de Köpenick y desapareció.
Sólo diez días más tarde, el 26 de octubre, fue arrestado en un burdel. En poco más de un mes, compareció ante un tribunal con todas las de perder. No obstante, no tardó en ganarse rápidamente a los presentes. Su historia fascinó a todo el mundo hasta el punto de que la prensa comenzó a publicar artículos hablando de su gesta de una manera favorable.
El favor de la opinión pública fue tal que el 1 de diciembre se le condenó a 4 años de prisión, pero la presión popular y mediática consiguió, dos años después (16 de agosto de 1908) el indulto concedido por el Kaiser Guillermo II.
Una vez puesto en libertad, Wilhelm Voigt se dedicó a explicar su historia en pequeños teatros, aumentando su popularidad de tal manera que consiguió realizar una gira por los Estados Unidos, Canadá y Francia. En 1909 publicó un libro autobiográfico titulado "Cómo me convertí en capitán de Köpenick. Mi biografía. Por Wilhelm Voigt, llamado capitán de Köpenick". Con el dinero que ganó con su venta se compró una casa en Luxemburgo, lugar donde se retiró a vivir tranquilamente hasta su fallecimiento en 1922.
Si uno de estos días visitas casualmente la ciudad que le hizo famoso, te encontrarás con una estatua conmemorativa a Wilhelm Voigt, el capitán de Köpenick, en la entrada del ayuntamiento.
Fuente de consulta e imágenes: koepenickia
Estatua de Wilhelm Voigt en la entrada del Ayuntamiento de Köpenick