martes, 2 de marzo de 2010

El mar se llevó a Dichato


DICHATO (Chile), 2 de marzo de 2010. (EFE).- Todavía hoy, dos días después del terremoto que asoló el centro y sur de Chile, los habitantes de Dichato no pueden creer que su pequeño pueblo costero, situado a 38 kilómetros de Concepción, dejó de existir arrastrado por una ola.

El escenario supera lo dantesco: las casas están desplazadas a más de 700 metros de su ubicación original.

El suelo parece un mosaico en el que con dificultad se diferencian las baldosas de la arena arrastrada desde el mar, las habitaciones succionadas y vueltas al revés, y más de media docena de barcos y lanchas encajadas entre las viviendas derruidas.

Dichato es hoy una planicie repleta de escombros y miradas estupefactas, con 26 muertos confirmados en la localidad, un número indeterminado de desaparecidos y más de un 80 por ciento del pueblo bajo las ruinas.

"Solamente parece estar a salvo la población Chacra Alicia, uno de los barrios más pobres, que se encuentra más enfilado en las montañas", comentó a Efe César Lagos, bombero de la séptima compañía de Dichato, quien no ha dejado de trabajar desde la madrugada del sábado para atender una población que quedó olvidada en el mapa de la catástrofe.

El mar aparece silencioso y tímido después de su furia, pero el olor salado y de incipiente putrefacción empieza a instalarse en las ruinas, que aun tiemblan bajo las réplicas intermitentes.

Las redes de pescadores, algas y pescado descansan junto a todo tipo de enseres domésticos, restos de comida y hasta un reloj parado a la hora del sismo: las 03.36.

Laura Yáñez pisaba con dificultad las maderas llenas de clavos bajo las cuales supone que está su casa. "No podemos comer, está todo sucio, vivimos en la pura miseria", dijo llorando, mientras buscaba la pareja de un zapato mugriento junto a su esposo. No les queda nada, lo perdieron todo en unos pocos minutos.

José sigue tratando de rescatar su camioneta roja, la misma a la que, en la madrugada del sábado pasado, empujó a sus hijos para intentar salir con vida de la inmensa ola que siguió al terremoto de 8,8 grados de Richter.

"Pensaba que nos íbamos a morir todos, pero decidí luchar hasta el último momento", afirmó, satisfecho tras haber salvado a su familia.

El lapso de tiempo que se produjo entre el terremoto y la llegada del agua arrolladora permitió a algunos correr hacia las colinas más cercanas para resguardarse, por lo que muchos pudieron salvar sus vidas.

Según los equipos de bomberos, los cadáveres identificados deben ser sepultados hoy para evitar su descomposición, de la misma forma que los que no han sido reconocidos, por lo que han improvisado una morgue en el pueblo vecino de Tomé.

"A nosotros el terremoto no nos hizo nada, fue el mar", comentó a Efe una señora mientras trataba de encontrar sus joyas y el poco dinero que tenía guardado en la cocina de su casa, sepultada por el barro.

La tarea es ardua para todos aquellos que, todavía sin luz, ni agua ni alimentos empezaron hoy a hurgar entre los escombros de lo que antes era pueblo de 3.500 habitantes, que en verano recibe la visita de más de 10.000 turistas.

A pesar de que siguen sin recibir ningún tipo de ayuda, los vecinos de Dichato continúan en su búsqueda incansable para recuperar lo poco que permanece entre las ruinas.

Ahora les quedan su vida, sus fuerzas y la esperanza de encontrar un futuro entre tanta destrucción.

Imágenes del puerto de Dichato antes de la catástrofe natural.

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